En la historia de la Antigüedad han ido surgiendo diferentes
definiciones acerca de las alucinaciones, y aun así sigue sin resolverse aspectos
importantes sobre éstas. Desde el siglo XIX se empezó a considerar la alucinación
como síntoma de enfermedad fundamentada en dos teorías que explican su origen:
- Teoría sensorial = alucinación como percepción. Llamamos percepción a todos los sentidos (tacto, audición, visión, gusto, olfato).
- Teoría no sensorial = alucinación como imagen.
Alucinación como concepto: etimología y significado
La etimología de la palabra “alucinación” es oscura. Joan
Corominas (COROMINAS, 1973) considera una pseudoetimologia su procedencia de
allucinor, allucinaris, utilizado por primera vez por Cicerón con el sentido de
alucinar, errar, engañarse, equivocarse, desviado del recto camino o de la razón.
Roque Barcia señala una doble etimología: allucinari en Cicerón y hallucinari en Aulo Gelio: de ad , cerca, y lucinari, frecuentativo de lucere, lucir. Barcia piensa que esta última etimología es falsa ya que el latín allucinari representa una forma evidente del griego (allusso) (tener el espíritu extraviado), y considera que los franceses, por un error que difícilmente puede explicarse, adoptaron la forma de Gelio y descuidaron la de Cicerón.
Monlau (MONLAU, 1941) da por buena la derivación de alucinar de ad lucem (ad, cerca y lucere, lucir) subrayando la proximidad a la iluminación que caracteriza la alucinación. Esta procedencia es el origen de las dispares acepciones de la alucinación en los siglos XVII y XVIII: “afecciones de la córnea” (Fernel), “diplopia” (Plater y Linné), “ruidos extraños, presentimientos y apariciones” (Lavater) o “errores de los sentidos” (Sagar). Aunque en castellano aparece hacia 1499, en ingles en 1572 y en francés hacia 1660, el termino parece haber sido utilizado por primera vez en medicina por un médico francés (Fernel) alrededor de 1648, manteniéndose la anterior polisemia hasta que Esquirol, con su definición de alucinación, fija el sentido de la palabra (LUQUE, 2007: 7-42).
Fundamentos de la medicina antigua
Las alteraciones desenfrenadas en el estado de ánimo, el
habla, y el comportamiento, así como “ver” y el “oir” (lo que otros ni ven ni
oyen), eran imputables, generalmente, durante la Antigüedad, a algún poder
sobrenatural, hasta el punto de que los “daémones”
pueden ser considerados manifestaciones de la imaginación no controlada del
individuo (MACDERMONT, 1971:79). Así, el hinduismo cuenta con un demonio
especial, Grahi (“la que se apodera”),
responsable de las convulsiones epilépticas y de las alucinaciones. Los babilonios
y los mesopotámicos sostenían que ciertos trastornos eran causados por la invasión
de espíritus, hechicería, malignidad demoníaca, mal de ojo o violación de tabúes;
la posesión era a la vez, a orillas del Tigris y del Éufrates, juicio y
castigo. Por otro lado, las actitudes de los griegos arcaicos pueden inferirse
de los mitos y poemas épicos; en ellos no se presentan facultades plenamente
desarrolladas como la razón y la voluntad, como sí harán unos pocos siglos después.
En Grecia las alucinaciones no poseían entidad propia y que éstas se incluían como
posible manifestación de la locura, la cual subyace bajo diferentes nombres y
enfermedades; a su vez, la alucinación no se diferenciaba de la ilusión ni de
otras formas de percepción errónea., aunque resulta llamativo que nunca se
atribuyó este cuadro a una etiología del área visual, sino del cerebro.
La historia de las alucinaciones en la Época Antigua, nos debe poner sobre la pista de una patología más amplia: la locura (lato senso). Hoy sabemos que la visión de las alucinaciones ha ido cambiando a lo largo de la historia; si bien, debemos dejar bien claro, como punto de partida, que en Grecia la locura gozaba, generalmente de un estatus temporal, esto es, se trata de un torcimiento realizado por agresores demoníacos (habitualmente, aunque también puede ser acción de los dioses) que atacan la mente y el cuerpo; así, dicho contagio puede ser bien consecuencia de un castigo ante una ofensa ritual o moral, bien un ataque obra de espíritus caprichosos y amorales (Lisa y Las Erinias, que son los principales daémones de la locura). Se trata de una pérdida momentánea de la conciencia normal, lo que hará que entre los contemporáneos se señale cierta similitud con la ebriedad provocada por el vino (PADEL, 2009) (así, no deben resultarnos extrañas las alusiones a Dionisio en lo referente a cuadros alucinatorios). Podemos indicar que la locura invierte la visión hasta el punto de que se diferencia una visión falsa (propia e los tocados por la locura) de una visión verdadera (propia de los cuerdos). Cuando los considerados locos ven equivocadamente, por lo general están mirando algo que los cuerdos también pueden ver (hoy se denomina ilusión, pero los griegos no alcanzaron a diferenciar), solo que lo perciben de un modo diferente.
El cristianismo supuso un cambio importante en el pensamiento
con respecto al mundo griego y, como tendremos ocasión de comprobar en más
ocasiones, los cambios en el pensamiento repercuten sobre el planteamiento científico,
y en consecuencia, sobre la visión que la medicina tiene de las enfermedades y
los pacientes. En la teología cristiana, el Espíritu Santo y el Diablo lucharan
por la posesión del alma de los individuos. Será San Agustín el primer pensador
cristiano que inicie, a partir de las Sagradas Escrituras, la consideración sistemática
de la naturaleza de las experiencias alucinatorias.
Mata, G. (2010). Historia de las alucinaciones en la Antigüedad.
Revista de arqueloxia e antigüidade.
Podemos encontrar más información de este tema en el artículo de alucinaciones e historia